Al Dorian, como bauticé a Mr. Porsche lo había visto dos
veces. Después de varias “reagendadas” quedamos en vernos en mi casa.
El tema de desnudarme tanto con él me ponía nerviosa. Desde hace muchísimo
no me gustaba tanto alguien como me gusta él, por lo que me moría de miedo de
volver a perder mis objetivos ante la llegada de un hombre interesante.
Me sorprendo a mí misma al darme cuenta que no soy la niña
de 20 años que confundía el sexo con amor, ni que ante dos palabras bonitas le
sonaban las campanas de la iglesia en la cabeza.
Con el Dorian es diferente, Nunca me gustaría terminar con
un hombre como él: mujeriego por naturaleza, con los recursos que buscan esas
viejas trepadoras y él más que dispuesto al trueque de cariño por nalgas
firmes, o mejor dicho … nalgas nuevas, de esas que no se ha comido aún y que
mientras se las come está pensando en las siguientes.
No me interesa un hombre así, eso que a las otras les gusta
a mí me da repele, me caga su carro, me caga su celular alterno de viejas cual
“librito negro” pero además de teléfonos repleto de fotos de viejas encuerdas y
entre esos números el mío, porque al final soy eso.. Una más en el librito
coqueto.
Me encantan sus ojos, sus besos, su estatura que embona
perfecto con mi anatomía, su sonrisa y los orgasmos consecutivos que me regala
como bolo de bautizo, su mente trastornada la cual estoy constantemente
midiendo con la mía, que a veces siento me supera y otras se me queda corta, me
encanta su estilo de vestir, su cuerpo imperfecto que me parece perfecto, Su olor, su sabor, su voz y esos modales de caballero que pierde
mientras disfruta mis abrazos.
En parte todo lo que me caga de él me encanta, gracias a
esto sé que el Dorian no es materia amorosa, y prefiero entrar a la arena con él a torear un rato para después volver a mi
vida real.
Intenté recibirlo sin ropa y solo con una bata encima, pero
los nervios de toparme un vecino jodieron mi idea coqueta y la hicieron
incómoda.
Tan solo llegar me quitó la bata me puso contra la pared y
me dio una probadita de eso que me vuelve loca , él con ropa aún..
Le enseñé mi casa y nos fuimos desnudando por todos lados,
cogiendo entre los tantos espejos que
tengo en mi casa y disfrutando los diferentes ángulos de nuestro ritual privado.
-Quiero ser tuya-
-Ya lo eres-
Después de dos horas de placer recordó su cita de las 4 y
aunque me dejó bien alimentada yo con lo tragona que soy me quedé con más ganas
de él, mañana se va a nueva york y ni siquiera se si lo voy a volver a ver, en
parte ya no me da miedo, en parte sé que no soy ni la vieja más buenota, ni la
que mejor coge, ni la que más le gusta, pero por alguna razón dos citas se
hicieron tres, y tal vez tres se hacen cuatro y si no pues lo que sigue.